Cosas del fútbol
Padre Hugo Tagle En twitter: @hugotagle
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Padre Hugo Tagle
Se le atribuye tanto a Valdano como al Papa Juan Pablo II la genial frase: “De las cosas sin importancia, el fútbol es la más importante”. Como casi todo en la vida, lo valioso e importante termina siendo lo aparentemente más irrelevante y simple. Y el fútbol es una de esas cosas.
Este noble deporte ha hecho por la paz mundial mucho más que decenas de aburridas reuniones y declaraciones que nadie lee. Basta una pelota, un sitio eriazo, ¡y se armó la pichanga! Hay mucho de mágico en esa pelotita, en la dinámica del juego. Se entiende la pasión, su hechizo, que anima y une a la vez.
La película “Mi mejor enemigo” lo describe en forma notable. La ficción corre en los tensos días de diciembre de 1978, cuando Chile y Argentina estuvieron a punto de una guerra. Dos patrullas se encuentran fortuitamente perdidas en la Patagonia. El tiempo pasa, la tensión afloja, se miran recelosos, pero comienza un diálogo. Alguien propone jugar fútbol. Fabrican una pelota y comienza el juego.
Se caen las desconfianzas. Un reproche al sargento del soldado más reacio al contacto lo resume bien: “¿Usted cree que van a matar tan fácil después de esto?”. En efecto, el otro deja de ser enemigo. De un paraguazo se desnuda lo absurdo de la confrontación. Se miran con nuevos ojos. Sólo se sobrevive donde existe amistad y unidad.
Algo semejante enseña, basada en un hecho real, la película “Invictus”, sobre la tensa reconstrucción de la Sudáfrica post-apartheid y el campeonato de rugby de 1995. Ese deporte logró distender y unir.
Se hizo bien en reiniciar los campeonatos de fútbol en medio de la pandemia. Un primer buen antídoto contra la peste.
La muerte de Diego Maradona despierta sentimientos encontrados. “El 10” o “el Pelusa” conoció tanto la gloria de la fama, como la caída en la oscuridad y tristeza de la adicción. Regaló alegría a millones. Me quedo con su resiliencia, espíritu de superación, amor por su pueblo, pasión por el fútbol, preocupación por los jóvenes, para que no caigan en lo que él cayó. Pelé, su “eterno rival”, le escribe en un entrañable tuit: “Espero que algún día podamos jugar fútbol en el cielo”.
Sugiero que la convención constituyente comience con un gran campeonato de fútbol. Que los equipos se armen aleatoriamente, todos mezclados, sacando número. Serán dos campeonatos: hoy por hoy, las mujeres juegan tanto y más fútbol que los hombres. Los adversarios se transformarán en aliados; los enemigos, en jugadores por una causa común. Luego del evento, seguro sale una buena Constitución.
Y sí. Debe haber fútbol en el Cielo.